jueves, 21 de julio de 2011

20 Poemas de Amor: VIII y IX

Poema 8


Abeja blanca zumbas -ebria de miel- en mi alma 
y te tuerces en lentas espirales de humo. 

Soy el desesperado, la palabra sin ecos, 
el que lo perdió todo, y el que todo lo tuvo. 

Última amarra, cruje en ti mi ansiedad última. 
En mi tierra desierta eres la última rosa. 

Ah silenciosa! 

Cierra tus ojos profundos. Allí aletea la noche. 
Ah desnuda tu cuerpo de estatua temerosa. 

Tienes ojos profundos donde la noche alea. 
Frescos brazos de flor y regazo de rosa. 

Se parecen tus senos a los caracoles blancos. 
Ha venido a dormirse en tu vientre una mariposa de sombra. 

Ah silenciosa! 

He aquí la soledad de donde estás ausente. 
Llueve. El viento del mar caza errantes gaviotas. 

El agua anda descalza por las calles mojadas. 
De aquel árbol se quejan, como enfermos, las hojas. 
Abeja blanca, ausente, aún zumbas en mi alma. 
Revives en el tiempo, delgada y silenciosa. 

Ah silenciosa!

Poema 9


Ebrio de trementina y largos besos, 
estival, el velero de las rosas dirijo, 
torcido hacia la muerte del delgado día, 
cimentado en el sólido frenesí marino. 

Pálido y amarrado a mi agua devorante 
cruzo en el agrio olor del clima descubierto, 
aún vestido de gris y sonidos amargos, 
y una cimera triste de abandonada espuma. 

Voy, duro de pasiones, montado en mi ola única, 
lunar, solar, ardiente y frío, repentino, 
dormido en la garganta de las afortunadas 
islas blancas y dulces como caderas frescas. 

Tiembla en la noche húmeda mi vestido de besos 
locamente cargado de eléctricas gestiones, 
de modo heroico dividido en sueños 
y embriagadoras rosas practicándose en mí. 

Aguas arriba, en medio de las olas externas, 
tu paralelo cuerpo se sujeta en mis brazos 
como un pez infinitamente pegado a mi alma 
rápido y lento en la energía subceleste.



De Pablo Neruda

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